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Pododermatitis en aves rapaces
Una de las enfermedades más frecuentes y de las que más preocupan a los cetreros es la pododermatitis. Las aves rapaces, al ser aves de trabajo y necesitar sus patas para cazar, son descartadas o abandonadas cuando tienen una enfermedad activa en ellas o secuelas de una enfermedad anterior. Es por ello muy interesante tener presente cuándo se presenta esta enfermedad, qué hacer cuando ya la tenemos instaurada y sobre todo, cómo evitarla.
Las pododermatitis en aves, también llamadas “clavos”, en inglés “bumblefoot”, se observan más en aves rapaces, aunque también podemos verlas en palomas o en psitácidas, sobretodo en ninfas. Se trata de una inflamación de la zona plantar del pie, acompañada en muchos casos de infección y presencia de pus. Mayoritariamente se observa en aves obesas y/o inactivas o con perchas de mala calidad, por lo que es mucho más frecuente en aves en cautividad que en aves salvajes. Es más, los antiguos árabes, conocedores de dicha enfermedad, normalmente dejaban en libertad a las aves afectadas de pododermatitis, marcadas de alguna forma, para recuperarlas pasados unos meses con las lesiones prácticamente curadas. La lesión se origina por una mala circulación sanguínea en la pata, debida a la obesidad o a la inactividad del ave en una percha de mala calidad. Como siempre se producen microlesiones en la piel de forma normal y el ave ahora no puede defenderse debido a la mala perfusión, la infección prolifera. Pueden llegar a formarse cavidades llenas de pus, inflamaciones que lleguen hasta el hueso o incluso resolverse completamente la infección y quedar un callo cicatricial que dificulte la correcta posición de la pata.
El tratamiento siempre pasa por la limpieza y desbridación del tejido necrótico (muerto, sin vascularización), tratamiento antibiótico y cambios en el ambiente. Después del tratamiento, aunque la zona plantar haya quedado lo más parecida posible a lo normal, esa pata siempre tendrá más tendencia a volver a tener pododermatitis que una pata que nunca la haya sufrido. El tratamiento médico y quirúrgico es el veterinario el que debe plantearlo, y sólo puede establecerse cuando se ha evaluado al animal, por lo que como propietarios deberemos tener en cuenta cuáles son los factores ambientales que lo propician y cómo evitar el problema. En primer lugar, los animales deben tener una buena alimentación y sus necesidades de vitaminas y minerales cubiertas completamente. También es recomendable tener las perchas recubiertas de césped artificial, ya que éste distribuye el peso del animal a lo largo y ancho de su superficie y evita sobreesfuerzos en determinadas zonas plantares. El peso del ave debe estar siempre lo más próximo posible a su peso de vuelo, aunque no esté en época de caza o esté inactiva en ese momento. Por último, debemos controlar frecuentemente las patas de los animales, ya que una detección precoz del problema mejor muchísimo el pronóstico.
Una vez instaurado el problema, el veterinario estipulará si es necesario un desbridamiento de las zonas necrosadas inmediatamente o si antes se necesita un tratamiento con antiinflamatorios y antibióticos. A menudo hay abscesos llenos de pus y es necesario drenarlos y vaciarlos antes de empezar la terapia antibiótica y antes de plantearse desbridar el tejido. Tengamos en cuenta que, en las aves, el pus es caseoso, mucho más espeso que en los mamíferos, por lo que normalmente un absceso no drenará solo, sino que debemos drenarlo nosotros. Si hay infección y el proceso no responde a los antibióticos usados, será necesario hacer un cultivo bacteriano y un antibiograma para usar el antibiótico más acorde al microorganismo implicado. También se usan “zapatos” que descargan el peso en los dedos, para dejar curar la zona lesionada, así como dejarla respirar, ya que normalmente las zonas más lesionadas son en las que se descarga más peso de forma normal. En los casos en los que hay abscesos y éstos se han drenado, se coloca una cápsula con antibióticos de absorción lenta dentro de la zona vacía que queda, para así poner un antibiótico de forma local y evitar que el espacio vacío se llene de nuevo de pus o de líquido.
En casos muy graves, en los que la lesión ha llegado a tanta profundidad que desconocemos si el hueso está afectado, es necesario hacer una radiografía. Es estos casos, si el hueso está afectado, el pronóstico es mucho peor, ya que la pata seguramente quedará deformada o con lesiones más crónicas. En estos casos, además, los tendones de la zona plantar estarán afectados y la movilidad de los dedos comprometida. En los casos más graves, la amputación tampoco está indicada, ya que en un alto porcentaje de animales amputados, la otra pata acaba con pododermatitis aún más severas, además de que un ave rapaz con una sola pata ya no desempeña la función que se espera de ella.
Así pues, las pododermatitis son problemas muy serios y a tener en cuenta en aves obesas o inactivas, pero que tienen una prevención relativamente fácil si se tienen en cuenta los factores que predisponen a ella.
– Samour J., Avian medicine, 2nd ed, Mosby, 2007.
– Cooper JE., Birds of prey. Health and disease, 3rd ed, Blackwell, 2002.
– Jones MP., Falconry and raptor medicine, 79th Western Veterinary cinference, 2007.
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